domingo, 25 de julio de 2010

Keita espera su último viaje

12 días Mamadou


Yacouba Keita espera

su último viaje a su Malí natal.

El cuerpo sin vida de este

africano de 26 años yace

en el tanatorio municipal

de Valencia por intentar salvar

a un niño de 8 años, hijo

de unos amigos españoles,

mientras se bañaba en la

presa de Manises en el Parque

Natural del Turia, el pasado

día 9. El niño estuvo a

punto de ahogarse y Keita

se zambulló. “Ni siquiera sabía

nadar”, aseguran sus

allegados, “pero como no cubría

y adoraba a los niños”,

la emoción se impuso a la

razón con un desenlace fatal.

El niño se salvó, pero las

aguas engulleron a Keita. Según

el atestado de la Guardia

Civil “no había ningún

cartel en esta zona recreativa

que indicara que está

prohibido el baño”.

Pese a las múltiples gestiones,

sus familiares no han

conseguido reunir los 4.000

euros que cuesta repatriar

su cuerpo. Tras la reunión

mantenida ayer con la Consejería

de Solidaridad y Ciudadanía

les comunicaron

que carecen de presupuesto

para estos casos, aunque estudiarán

otras colaboraciones.

Similar respuesta recibieron

de los servicios sociales

de Xirivella, localidad

donde residía el joven. También

han contactado con sus

homólogos de Manises, sindicatos,

Cáritas y, como Keita

era musulmán, hasta con

la Comunidad Islámica de

Valencia, que ha trasladado

el asunto hasta la Embajada

de Malí. Después de 12 días,

Keita sigue esperando.

Hasta Valencia ha venido

expresamente su hermano

Djime, el emisario de una familia

destrozada que espera

el cuerpo de su hijo muerto.

De ojos grandes y expresivos,

Djime explica que el

pasaje le ha costado 500 euros,

el sueldo de un año en

Malí. No sabe de dónde sacará

el dinero para volver,

pero la prioridad es que sus

padres recuperen al tercero

de sus 10 hijos: “Como estaba

en situación irregular,

no podía volver, así que llevaba

tres años sin visitarnos.

Cuando vine a Valencia,

me dijo que quería volver.

No podemos dejarlo

aquí”. Aunque Djime vive

en Malí, balbucea algo de español

y es ayudado, como

todos los familiares, por

una amiga, Rosa Forner.

El primo de la víctima,

Mady Keita, también ha venido

desde Madrid para

acompañar a los suyos. Con

cara cariacontecida aunque

sereno, se refiere a su primo

como su hermano, una

muestra más de que la familia

está considerada en el vecino

continente como un valor

muy preciado.

Junto a él, el cuñado de

Keita, Diane Magadougou y

un amigo, Boune Coulibaly,

intentan cada día que Keita

por fin cruce los más de

5.000 kilómetros que lo separan

de los suyos. Todos

están desempleados y en situación

irregular, por lo

que no pueden aportar ingresos.

Después de 12 días,

los familiares y amigos de

Keita persiguen cumplir

con el deseo de un regreso,

el más amargo, pero no culminarlo

constituiría la mayor

insatisfacción.